VILLAMAYOR DE LA ARMUÑA

La historia de un pueblo piedra a piedra

Villamayor de la Armuña

Pocas piedras hay con vida propia. La arenisca de Villamayor es una de ellas. Sedimentos del río que, tras millones de años, llegaron a las manos de los canteros del siglo XII. La luz les muda el color a cada minuto del día para que, a la atardecida, hasta Unamuno se emocione: "...Y cuando el sol al acostarse encienda el oro secular que te recama, con tu lenguaje, de lo eterno heraldo, di tú que he sido".

Estos son los sentimiento que me vienen junto al "monolito", la llamada "Columna de Villamayor", obra de David de la Mano. Me detengo a escudriñar en sus tallas donde alegorías y símbolos se mezclan con estampas del día a día del cantero. No puedo por menos que acercarme a las Canteras Viejas. Resultan hermosas en sus sobriedad, un laberinto sencillo de excavados cuadriláteros.

Sediento del camino busco las orillas del Tormes. Antes, mi curiosidad me ha llevado a la Fuente del Canto y a la Fuente de Bebe y vete. ¡Qué patrimonio las fuentes! Alcanzado el Puente de Gudino, junto al añejo molino, la ribera se abre como un anfiteatro. Un sendero la recorre permitiendo gozar con el movimiento acuático de azulones y cormoranes. Me arrellano bajo un aliso. ¡Qué paz!

No hay que perderse: La Iglesia parroquial de San Miguel Arcángel, con orígenes románicos, las Canteras Viejas o las Fuentes de Canto y Bebe y vete. Tapear por el pueblo despues de ver "la Columna de Villamayor".

Detalle curioso: Mozodiel de Sanchíñigo una pequeña pedanía próxima a Villamayor. Acercarse en bicicleta y ver sus prados verdes cuajados de vacas bien merece un paseo.