LEDESMA

Te susurra

Ledesma

¡Magnífico el mascarón de proa! Es lo primero que me viene a la mente cuando veo la Iglesia de Santa María la Mayor alzarse sobre el perfil del pueblo. Presiento que voy a necesitar varios días para conocer esta villa. Lo mejor es que comience por el Centro de Interpretación Histórica de Ledesma, Bletisa, el lugar ideal para iniciar la ruta urbana señalizada. En él me doy cuenta de cómo el granito se convierte en patrimonio arquitectónico: ¡Qué acierto de visita!

Inquieto me bajo a ver el menhir y fotografiar de paso el verraco. Ambos musitan su origen vetón. Esta visita me ha hecho pasar por la Fortaleza, cuyo nombre lo dice todo y recorrer en parte la muralla, oteando las dehesas. Mis ojos se tornan avaros, quieren más. Asomado sobre el puente nuevo aprecio la simetría acuosa del puente medieval. Su estribo derecho te pone a los pies de la ermita de la Virgen del Carmen. Bolones de piedra granítica velan el paisaje, me enamoro de los berrocales.

Camino pausado entre los murmullos de blasones y casas solariegas. Tengo que tomarme mi tiempo. Encuentro el Palacio de los Rodríguez de Ledesma, del S. XV. Estoy exhausto pero siento que estas calles me susurran: volverás, volverás....

No hay que perderse: Además de lo contado, la Fuente del Cerezo, la iglesia de Santa Elena, el Arco de San Nicolás, el encanto de la ermita de la Concepción. Y, por su puesto, tomarse unas rosquillas de Ledesma tras visitar a los artesanos de la madera.

Detalle curioso: La dehesa de Puente Mocho nos anima a patear los encinares hasta el pontón que cruza el Cañedo. Camino imprescindible. No defrauda.